RECORRIDO VIRTUAL GALERÍA DE LA ADUANA: “Calle del Comercio: Donde todo comenzó”

Al conmemorarse los primeros doscientos siete años de la erección en Villa Capital del Sitio de Barranquilla, el 7 de abril de 1813 por parte del Gobernador del Estado Soberano de Bolívar, Manuel Rodríguez Torices, el Archivo Histórico del Atlántico y su Centro Interactivo de Memoria Urbana CIMU abre las puertas de la Galería de la Aduana de Barranquilla haciendo uso de las nuevas plataformas tecnológicas y expone esta muestra fotográfica de la Calle del Comercio, en el centro histórico de la ciudad.

Puedes visitar el recorrido virtual en el siguiente vínculo… a partir de las 7pm del 7 de Abril de 2020 😉:

RECORRIDO VIRTUAL GALERÍA DE LA ADUANA: “CALLE DEL COMERCIO: DONDE TODO COMENZÓ”

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En Instagram: EXPOSICIÓN DEL PRADO

Memorias de El Prado, arquitectura y urbanismo 1920-1960

No es equivocado afirmar que el barrio El Prado tiene un significado que sobrepasa su propia realidad. Para la ciudad, esta urbanización ha logrado calar en lo más profundo de la conciencia colectiva y se ha entendido como el símbolo de una época de esplendor cuya herencia se desvanece poco a poco, a medida que Barranquilla experimenta los cambios que todas las ciudades sufren con el paso del tiempo.
Sin embargo, el barrio mantiene su importancia simbólica. Sus cualidades: la ambición de su trazado urbano y las monumentales viviendas que lo fueron poblando suelen acompañar cualquier discusión local en la que se pretenda comprobar que todo tiempo pasado fue mejor. De esta manera se cita —siempre en un contexto nostálgico— la pérdida de algunas de sus edificaciones emblemáticas y la depredación comercial de su naturaleza como el reflejo de la decadencia de Barranquilla: esa suma de fenómenos que a mediados del siglo pasado ocasionó que la ciudad dejara de ser un ejemplo nacional para adentrarse en un etapa en la que se perdió temporalmente la senda del liderazgo y el desarrollo.
A pesar de eso, El Prado ha resistido los embates con dignidad y aunque tiene algunas cicatrices que no ocultan la agresión a la que ha sido sometido, ha logrado conservar muchas de  sus características.  Por estas circunstancias, toda iniciativa que pretenda poner en valor sus características, su historia y los procesos debe ser bienvenida.
Precisamente esa convicción, compartida por varios profesores de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Escuela de Arquitectura, de la Universidad del Norte, propició el desarrollo de este libro. Esta obra tiene como origen los contenidos fotográficos encontrados en un par de álbumes de la Compañía Urbanizadora El Prado y Parrish & Co.
El equipo que trabajó en el proyecto adelantó una investigación documental que permitió recordar y comprender el contexto y el significado del contenido encontrado, para pasar de una simple reproducción de fotografías históricas a la elaboración de un testimonio de los momentos más emblemáticos del desarrollo de la urbanización. Dentro del cuidadoso trabajo de investigación, es muy relevante el tratamiento a que fueron sometidas las fotografías y el trabajo editorial asumido por el Programa de Diseño Gráfico para rendir homenaje a la memoria del barrio El Prado.

 

FUENTE: EL HERALDO

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GALERÍA: Barrio el Prado, un viaje hacia el pasado.

“Hay muchos espacios en este hermoso barrio que aún permiten conocerlo por sus aportes arquitectónicos. Todas estas construcciones, que todavía siguen en pie y se alzan imponentes, narran muchos acontecimientos históricos. La majestuosidad y riqueza de su arquitectura no solo hizo historia a nivel nacional, sino internacional, con relación a otros países de América Latina. Contaba con reglamentos restrictivos, de manera que se conservara la uniformidad en el orden y la belleza de las construcciones.”

 

FUENTE: “Barrio El Prado, un viaje hacia el pasado” por Diana Meyer y Enrique Yidi 

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RECORRIDO VIRTUAL: EXPOSICIÓN EL PRADO, UN LEGADO CENTENARIO.

Debido al estado nacional (y mundial) por causa del Coronavirus (ver boletín de prensa de la CLENA), nuestra agenda de actividades estará enfocada en lo virtual. Esto es algo relativamente nuevo para nosotros, pero estaremos dando lo mejor de nosotros para llevarles contenido y actividades culturales de calidad a sus casas via web. No duden en ponerse en contacto con nosotros para alguna sugerencia escribiendo a comunicaciones@clena.org.


Este sábado 28 de marzo acompáñanos en el recorrido virtual por la “Exposición del Prado : Un legado centenario” en las redes sociales del Archivo Histórico del Atlántico.

Celebrando los 100 años de El Prado, la Galería de la Aduana abrió sus puertas a una exposición que tiene un matiz reflexivo sobre la memoria urbana y el patrimonio desaparecido del barrio El Prado de la ciudad de Barranquilla.

La muestra gira en torno a 10 inmuebles representativos, algunos de ellos destruidos y otros que aún continúan en pie, con las maquetas de estos edificios que fueron elaboradas por estudiantes de Arquitectura de la Universidad de la Costa, que en la actualidad se encuentran en custodia del Museo Romántico y que fueron cedidas en préstamo para esta exposición.

Por otro lado, se encuentran los archivos y documentos de la compañía como las estructuras de constitución de la misma y los planos originales tanto de la venta de la finca El Prado como el plano de loteo inicial de la Urbanización de 1920.

Un legado Centenario, El Prado 1920 – 2020 se inspira en el espacio Construyendo un legado que hace parte de nuestro Centro Interactivo de Memoria Urbana, evocando esos hechos urbanos que construyeron y forjaron la ciudad y que con el devenir del tiempo se convirtieron en Patrimonio Arquitectónico y Urbano de la capital del Atlántico.

Porque ahora solo estamos a un clic de distancia.

Sábado 28 de Marzo 10:00 am .

 

 

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ART DECO en Barranquilla

Por ser un dinámico centro industrial y comercial, Barranquilla ofrecía para el inmigrante un estilo de vida dentro de un ambiente abierto a nuevas tendencias y con un fuerte carácter progresista.

Desarrollado en la década de 1920 por el inmigrante norteamericano Karl C. Parrish, El Prado, un barrio residencial en las afueras de la ciudad que muchos visitantes comparaban con los de El Vedado y Miramar de La Habana, identificaba en Barranquilla la prosperidad con su moderno acueducto y sus bulevares planificados y pavimentados.

La firma Parrish, protocolizada en 1918, tuvo como socios a los hermanos Enrique, Manuel, José y Luis de la Rosa. El proyecto de El Prado tuvo tanto éxito que para 1920 ya tenían vendidos todos los lotes comprendidos en el proyecto inicial; luego lo extendieron a otros barrios anexos.

Producto de este auge de la ciudad y reflejo del estilo Art Déco que surgió en Barranquilla, son el Edificio de la Sociedad Colombo-Alemana de Transportes Aéreos (Scadta; luego Avianca, 1934), el Estadio Municipal (1935), el Edificio de la Exposición Agropecuaria (1936; más tarde convertido en Escuela Industrial), el Edificio García (1939), el Edificio Eckardt (1939), el Teatro Colón (1946), la Biblioteca Departamental (1945), el Teatro Metro (1946; antiguo Apolo), y el edificio de la Cervecería Águila (1942). Los edificios García y Eckardt fueron los primeros en ofrecer el servicio de aparta-hotel para los ejecutivos que venían por negocios a la ciudad, y el primero ofrecía, además, como novedad, su moderno servicio de ascensor, según lo publicitaban en La Prensa y en el Diario del Comercio.

FUENTE: CIENCIA CIERTA

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Una nueva sintaxis arquitectónica

Manuel Carrerá Machado

 

El arquitecto cubano Manuel José Carrerá Machado proviene de una familia que se estableció en Cuba en la primera mitad del siglo XIX, procedente de la Ciudad de Santa Ana de Coro, en Venezuela. Algunos de sus antepasados más directos estuvieron vinculados al mundo de la construcción, y él y sus tres hermanos fueron todos arquitectos.

Su bisabuelo, Rafael Carrerá Heredia, fue ingeniero de la Universidad Central de Madrid y director general de los Ferrocarriles de Cárdenas a Júcaro, en Cuba.

El personaje central del libro Carrerá. La vanguardia modernista en el Caribe (1909-1981), nació en La Habana el 9 de septiembre de 1909 y fue el mayor de cuatro hermanos. Es hijo de Raúl Carrerá Delgado y Edelmira Machado. El matrimonio tuvo cuatro hijos: Manuel José (arquitecto); Rafael (ingeniero), Raúl (arquitecto) y Gastón (ingeniero).

Carrerá provenía de familias de alto rango económico, político y social. Hizo sus estudios de secundaria entre 1920-1927 en el colegio de Belén, de la influyente comunidad de los jesuitas, el mismo colegio donde años más tarde se graduarían Fidel y Raúl Castro Ruz.

Siguiendo la tradición familiar ligada a la construcción, adelantó estudios universitarios en la Escuela de Ingenieros y Arquitectos, adjunta a la Universidad de La Habana. Viaja a Nueva York a continuar los estudios de arquitectura en la Universidad de Columbia, y se instala en los dormitorios del campus, pasillo de Livingston, en 1931-32 y 1933-34, y John Jay Hall, en 1932-33, Nueva York. Cuando llega, la facultad comenzaba a experimentar un cambio radical en la enseñanza, en razón a que el arquitecto William A. Boring, con el apoyo del profesor y también arquitecto Joseph Hudnut, amplió el plan de estudios a las corrientes modernistas, y se incorporaron estudios en planificación urbana. Este último, en 1936, sería nombrado decano de la Harvard Graduate School of Design, y traería a enseñar a Harvard a los arquitectos modernistas Walter Gropius, alemán, y al húngaro Marcel Breuer –quienes venían exilados de la Alemania nazi–, con lo que los Estados Unidos recibiría un gran impulso para modernizar su arquitectura.

En ese ambiente de cambio y de actitud abierta a los modernismos en arquitectura, Manuel Carrerá asimilaría los nuevos paradigmas de diseño que circulaban por el mundo occidental. Entre los profesores y conferencistas, en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Columbia estaba el arquitecto Harvey Wiley Corbett (1873-1954), cuya empresa fue una de las tres que diseñaron el Rockefeller Center, en Nueva York.

Esos conceptos llegaban de forma directa a los oídos del joven arquitecto cubano, como también las enseñanza de su profesor de Historia y Teoría de la Arquitectura Talbot Hamlin (1889 – 1956), quien llamaba la atención a sus estudiantes sobre Frank Lloyd Wright, Le Corbusier, y la arquitectura de vanguardia rusa.

Carrerá Machado se halló entonces en el centro del remolino de las ideas de los modernistas, los protorracionalistas y las artes decorativas que se abrían camino, codo a codo, buscando una nueva sintaxis arquitectónica.

Recibió su título de Bachelor of Architecture de la Universidad de Columbia, el 5 de junio de 1934, a la edad de 25 años, con la tesis de grado titulada “El diseño de una estación Meteorológica del Caribe en la Isla del Gran Caimán”.

El maestro Carrerá, como le decían sus alumnos en la universidad y sus colegas, murió en Barranquilla el 6 de noviembre de 1981.

Colegio Belén, de los jesuitas, en Cuba, donde Carrerá Machado hizo estudios de secundaria entre 1920 y 1927. Años más tarde se graduarían allí Fidel y Raúl Castro.

Vista aérea del Jardín Águila, concebido por Carrerá como un conjunto conformado por el edificio principal con terrazas, fuentes y jardines, que creaban una estampa idealizada del Caribe tropical.

FUENTE: EL HERALDO

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El Viejo Prado, un barrio del imaginario barranquillero

Cuando Ana Elisa Fuenmayor de González pide a un conductor de taxi que la arribe a su señorial casona amarilla, ubicada en el centro histórico de Barranquilla, en la carrera 69 con calle 64, por lo general le preguntan, en tono afirmativo “¿Eso es barrio Viejo Prado?”, a lo que ella responde que sí.

Lo que no tiene presente en esos momentos Fuenmayor, es que su hogar patrimonial, como muchos en las manzanas del sector, no hacen parte del ‘Viejo Prado’, pues en realidad es un barrio producto del imaginario barranquillero.

Aquella dirección corresponde a la última cuadra del barrio El Prado, que colinda con Bellavista. Sin embargo, para algunos habitantes de antaño, el trayecto comprendido entre la Avenida Colombia, en la carrera 53 con calle 54 hasta la calle 76 integra al Viejo Prado. En otras versiones, los límites inventados se extienden hasta la calle 74.

“Desde que recuerdo le decimos así y lo reconocemos así”, dice Fuenmayor, quien se mudó a la casa de casi noventa años cuando estaba recién casada. A la familia de su esposo le costó $35.000 en ese entonces.

Verla desde afuera resulta un viaje en el tiempo. Por lo menos a los años veinte, cuando parte de la clase emergente barranquillera fijó la mirada en un terreno bautizado El Prado para construir una urbanización de modelo europeo y americano.

“De hecho, esta casa se llama Rita y la de al lado se llamaba Rosa porque el papá de Manuel De la Rosa tenía un par de tías que se llamaban Rita y Rosa, de quienes mi suegra era muy amiga”, cuenta Fuenmayor, una viuda de 80 años.

A lo que hace referencia la mujer, que cada año decora su casona de Carnaval en honor a su esposo difunto, es a una historia que pocos podrían olvidar.

Esta cuenta que, a principios de los años noventa, dos hombres, Benjamín T. Senior y José Fuenmayor –quien después descubriría Ana Elisa que fue tío de su padre–, adquirieron predios rurales para convertirlos en una finca.

Cuatro años después estas tierras pasaron a manos de Manuel J. De la Rosa, quien tinturó de un color campestre un sector que, tiempo más tarde sería escenario de un barrio con amplias casas y jardines, idea que germinó en sociedad con el inversionista  norteamericano Karl Calvin Parrish, ya a mediados del año 1918.

El resultado de aquello: al menos 200 familias pudientes con residencias de estilo neoclásico en Barranquilla.

“Este sector tiene casi un siglo y eso es razón suficiente para llamarle Viejo Prado”, explica el arquitecto e investigador Carlos Bell Lemus.

Fuenmayor, por su parte, se muestra convencida que el imaginario de un Prado antiguo tuvo lugar con la construcción del Alto Prado, un espacio doméstico más moderno. Y aunque su hipótesis sea una de varias, lo cierto es que considera tanto el valor de la arquitectura de este sector, que “no me atrevería a vender esta casa”.

Su colorida fachada captó incluso la atención de algunos directores de televisión, quienes la utilizaron para populares novelas sobre la vida en la Costa Caribe.

El antes y el después de la residencia de Alberto Osorio, hoy instalaciones del Hotel Majestic.

Recuerdos vivos

“Para nosotros esto siempre será Viejo Prado porque así nos enseñaron nuestros padres a llamarlo”, es la consigna de Susana Llanes, que vive en una de las enormes casas de la carrera 58 con calle 64.

Este hogar fue escenario de las más recordadas aventuras de Llanes y sus ocho hermanos, quienes crecieron jugando en un enorme patio y bajo la sombra de palos de guayaba, mango y anón.

Hoy, luego de casi seis décadas, los Llanes no tienen intención de modificar nada, ni muchos menos en su fachada. Los muebles de bejuco antiguo y una colección de muñecas de porcelana los delatan.

Lo anterior obedece al cumplimiento de la medida de protección a los predios catalogados como patrimonio por su valor arquitectónico. Así se declaró en 1995 por el Consejo de Monumentos Nacionales.

La dimensión de esa importancia es explicada por Bell en el libro Barrio El Prado, un viaje hacia el pasado, de Diana Meyer Vengoechea y Enrique Yidi Daccarett, donde queda impreso el impacto de El Prado en el crecimiento y desarrollo de la ciudad.

“Visto en perspectiva histórica, el resultado urbanístico del barrio El Prado es percibido como una clara manifestación de la espacialidad moderna y una experiencia pionera en Colombia, por introducir en un formato racional y previsivo el espontáneo crecimiento de los asentamientos colombianos”, dice Bell.

De él hacen parte joyas de la arquitectura como la mansión que hoy funciona como Jardines del Recuerdo, de estilo neoclásico republicano;  el Hotel Majestic, con toque versallesco; la Casa Emilliani, de inspiración jónica; la casa Mouradian, construida en 1938 y la casa De la Rosa, que perteneció a Manuel De la Rosa y fue una de las primeras casas del barrio. En ella también vivió el escritor Álvaro Cepeda Samudio y hoy funciona en ese lugar las oficinas de la Corporación Autónoma Regional (CRA).

“Incluso nosotros fuimos los pioneros en la ciudad en montar un anticuario, que mantenemos en el patio”, revela con una sonrisa Silvia Llanes,  de 60 años.

Silvia, Susana y Carmen de Llanes posan en la sala de su casa, ubicada en la carrera 58 con calle 64.

El Actual

Si bien a comienzos del siglo XX, el barrio lideró los proyectos urbanísticos, los años pasaron y las grandes casas fueron reducidas por su propio descuido y deterioro. Con esto, El Viejo Prado“queda convertido en una pequeña mancha al norte de la ciudad”, manifiestan los historiadores Ricardo Vergara y Antonino Vidal en su texto El barrio el Prado: hito histórico y urbano de Barranquilla. “Cada vez que se derrumba una casona del barrio El Prado, se destruye también su entorno”, reflexionan ambos.

En lo anterior coincide Alfonso Chiriví, un geólogo de 70 años, propietario de una casa rosa pálida de esquina, situada en la carrera 59 con calle 66.

Chiriví, quien vive solitario en uno de los cuartos de la enorme casa, decidió arrendar gran parte de ella solo para “no tener que venderla”.

“Si tuviese dinero, me dedicaría a comprar todas las casas de este barrio”, expresa con fascinación.

No es para menos. Para este hombre su hogar es la “casa de mis sueños” por su tipismo del Caribe y patrimonio. El piso lo conforman pequeños cuadros blancos y negros, similares a un ajedrez y mantiene y techo alto encerrado entre paredes azul pastel.

“Todas estas casas son una hermosura y los más bello es que muchas de ellas conservan nombres de mujeres. Tumbarlas o convertirlas en locales comerciales es como podar un árbol centenario”, manifiesta.

Frente a su casona tiene uno que pronto cumplirá cien años, como muchos de los hogares del estilo del ‘Viejo Prado’, un invento barranquillero que pese a los años,  daños y maltratos, se ha conservado.

Casa Rosa de esquina en la carrera 59 con calle 66.

 

 

FUENTE: EL HERALDO.

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