Categoría: Escritos
Barranquilla en 1982
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Grabación inédita donde podemos apreciar unas tomas hechas en la ciudad de Barranquilla, Año 1982.
Estas imágenes que hacen parte de un documental Estadounidense muestran como era la Arenosa en aquellos tiempos. vemos varios barrios y unidades residenciales, los parques, vemos varios planos del sector del centro, el Paseo Bolívar, el mercado público, los centros universitarios, los locales comerciales más reconocidos de aquella época, varios restaurantes, la zona industrial, las discotecas, el zoológico, el puerto, varias edificaciones en construcción entre otros lugares que aparecen en este valioso material.
FUENTE: YOUTUBE de SoyQuilla
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La historia de la Almendra Tropical, como me la contó mi padre. Parte III
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Si desea leer la parte 2, haga click aquí.
VENDEN LA CAFETERÍA
Con la llegada de la última década del Siglo XX, entre los trabajadores y jubilados era un secreto a voces que la compañía estaba muy mal financieramente y que estaba en venta.
Los rumores resultaron ciertos y los últimos dueños la vendieron al Grupo Castilla S.A., Ríopaila S.A. y Colombina S.A., que desmontó los equipos el 4 de mayo del 97.
BARRANQUILLA PERDIÓ UN SÍMBOLO
Con la venta de la Cafetería Almendra Tropical, Barranquilla perdió un icono empresarial, su emblemática industria cafetera de 70 años.
Hace más de 20 años cerró la fábrica de mis tíos y si bien la marca perdura en el mercado, con muchísima menos aceptación que antaño y en medio de una feroz competencia, lo cierto es que el grano se muele, tuesta y empaca en Manizales.
Para la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia, Almendra Tropical fue la primera torrefactora que tuvo la Costa Caribe. En el país, la pionera fue Cúcuta en 1910.
COLOFON
La historia que hemos narrado es absolutamente veraz, sin agregarle u omitirle una coma.
La gran mayoría de fechas, nombres, lugares y anécdotas, me las contó mi padre a los 87 años, a pocos meses de su fallecimiento y cuando conservaba aún intacta su asombrosa memoria juvenil.
Es un reconocimiento a mi padre, que le entregó su vida a la Almendra. Más de 53 años respondiendo por dinero ajeno. Hasta un asalto tuvo que vivir el 22 de diciembre de 1963 en su propia oficina, cuando una banda de ladrones se llevó la nómina y las primas de fin de año que se iban a pagar ese día.
Yo tenía 8 años y al llegar a la casa luego de venir del Mercado de la calle 30, nos enteramos por mi tío, Alvaro Domínguez, que nos estaba esperando en la sala.
Ya casi septuagenario, nadie se atrevía a entregarle a papá la carta de despido para que se fuera a disfrutar su pensión.
Lo hizo, Rubén Navarro Serge, encargado de las relaciones públicas de la empresa y quien fue el primer amigo que conoció al llegar a Barranquilla en el 32 y con quien fue a la inauguración del estadio Municipal, para los Juegos Atléticos Nacionales en 1935.
También, la he escrito pensando en Zacarías y Paúl García, ya fallecidos. Pero, principalmente, por sus nietos y bisnietos que viven en la ciudad y otras partes del mundo que merecen conocer la historia de sus antepasados, rescatando la memoria de los verdaderos fundadores de la Almendra Tropical.
Y donde pueda aclarar que los fundadores de la Almendra fueron mis tíos, Pacho y Zacarías García Castillo, lo haré.
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La historia de la Almendra Tropical, como me la contó mi padre. Parte II
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VILLABA, EL NUEVO DUEÑO
De tal manera, que aquel jovenzuelo en alpargatas de Bucaramanga, se había hecho al control accionario de la empresa.
A estas alturas de la vida y de esta historia, no vale pena ahondar ni escarbar en este tema, cuando todos sus protagonistas ya fallecieron.
Solo agrego lo que “vox populi” siempre me han contado viejos barranquilleros: Celio Villalba se hizo a las acciones, primero del tío Pacho, con dinero que le facilitó una prestante familia local y después, las del tío Zacarías tras su muerte repentina.
Lo cierto es que papá evitaba hablar de este tema en casa. Era un tabú. Se que era buen amigo de Villalba y recuerdo que todos los años le enviaba un cablegrama a Madrid el 13 de mayo, fecha de su cumpleaños.
De esos años de mi niñez, recuerdo una ancheta inmensa que enviaba Villalba, cargada de licores y enlatados extranjeros, turrones y pasabocas, que llegaba a la casa en la calle 76 # 47-33, todas las navidades y que papá iba a las fiestas que Celio hacía en su mansión de la calle 74 con 58 esquina. En los 60 el teléfono de mi casa era 40781.
Papá jamás habló mal de Celio Villalba y cualquier pregunta o afirmación que le formulaba en este terreno, sobre cómo la empresa terminó siendo suya, respondía: “A mi no me consta”.
EMPIEZA OTRA ERA
La nueva administración trajo dos técnicos en la elaboración y empaque de tabaco. Para entonces, la empresa ya funcionaba en la calle Las Flores (38) con el callejón de Bocas de Ceniza (Cra 27), su última ubicación hasta su desaparición en el 97.
SANTANDEREANOS EN LA ALMENDRA
Del departamento de Santander, Celio Villalba trajo a Luis Felipe Carreño, experto en empaques, y a Luis Emilio Quintero, técnico en fabricación del grano.
En la Almendra Tropical trabajaron, entre otros, los siguientes santandereanos: Germán Barreneche, Artidoro Casas, Gregorio Santos, Francisco García Valderrama, Pablo Vargas Illera, Guillermo Argüello, Celestino Argüello y Oliverio Argüello.
De El Socorro, Villalba trajo a vivir a Barranquilla a su padre, don Ernesto Villalba y a su medio hermano paterno, Alfredo Villalba.
Retornando a la historia de la familia García, mi padre me contó que “La Constancia” traía la hoja de tabaco de Ovejas, Bolívar, ahora Sucre.
EL PARQUE ALMENDRA
La manzana que hoy ocupa el Parque Almendra, Cra 30 con la calle 37, era propiedad de Zacarías García, quien la donó al Municipio, que la transformó en la Plaza 7 de abril.
Allí se concentraba La Reconquista el Martes de Carnaval. Posteriormente se le cambio el nombre por Parque Almendra, que perdura hasta la fecha.
Al crecer la empresa, Villalba continuó la labor social iniciada por García y en el mismo parque construyó una biblioteca y una concha acústica para espectáculos públicos gratuitos.
Esta última pronto será remodelada y ampliada por la administración de Alejandro Char. Frente a la vieja Plaza 7 de abril había una gallera.
EL BARRIO CEVILLAR
El socorrano apoyó la construcción de una urbanización de viviendas populares, al sur de Barranquilla, identificada con la sigla de su nombre, Celio Villalba Rodríguiez. Es el barrio Cevillar.
LA CASA BETHANIA
En el barrio Delicias en la calle 74 con 38, donó unos terrenos a la Compañía de Jesús, donde se construyó la Casa Bethania, de retiros espirituales.
A la entrada había un óleo suyo con un error imperdonable: Silvio Villalba. El inmueble fue vendido y demolido y ahora allí están las Torres de Bethania.
EL ENTORNO EN LOS AÑOS 30
En la década del 30 la Almendra Tropical estaba rodeada de casuchas muy humildes. Resaltaba la casa de Pacho García, con doble acceso por Las Flores y Caldas.
En la carrera 27 con calle 39 había una fábrica de tejas de propiedad de Pascual De Caro.
En el 32, Celio Villalba ya pertenecía al Club Rotario. En el 42, como director de la junta del carnaval, sacó la fiesta a la calle y empezaron las verbenas.
NOVEDADES PUBLICITARIAS
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Inspirado en el carnaval de Colonia, Alemania, Villalba patrocinó “los cabezones” en la Batalla de Flores, que por muchos años encabezaron el desfile más importante del Carnaval.
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El logotipo que simboliza a la Almendra Tropical desde hace 91 años, fue diseñado en Alemania cuando mis tíos tenían contacto con Europa.
Un afiche original alemán, permaneció en el puesto de degustación de la Cafetería en el segundo piso del aeropuerto Ernesto Cortissoz, con la siguiente leyenda:
“Café Puro Almendra tropical. Fabricantes: Fco García y Hno S.A. Mercado Publico”.
Es un testimonio histórico sobre quiénes fueron los verdaderos fundadores de la empresa.
La Almendra llevó la delantera en novedades publicitarias. A fin de año intercambiaba empaques vacíos de café, (las famosas papeletas), por cafeteras, pocillos, vasos, platos, cuadernos y lápices.
La iniciativa fue plagiada con el tiempo por su competidor local Café Universal, empresa también desaparecida en 2011.
La Cafetería apoyaba las fiestas patronales de los pueblos con espectáculos folclóricos. Financiaba la quema de castillos de fuegos artificiales, generalmente elaborados por los hermanos Altamiranda.
Por décadas a fin de año regalaba cientos de calendarios verticales con un motivo religioso.
BODAS DE RUBÍ EN EL 67
En 1967, con motivo de los 40 años obsequió entre sus amigos y clientes, dos long play, con una reseña histórico musical de la Costa Caribe desde 1927.
Los discos en pasta dura venían insertos en carátulas individuales de color sepia y verde oliva, con el rótulo:
“40 años de música costeña, volumen 1 y 2. Escúchelos siguiendo el orden de numeración. Obsequio de la Cafetería Almendra Tropical.”
Grabación supervisada por el departamento de Ventas y realizada por el departamento de radio de Publicidad Nova, bajo la coordinación y asesoría de Esther Forero, musicalización de Felix Chacuto y locución de Miguel Lugo Villarreal [la voz oficial de los comerciales de radio de la empresa].
LA VENTA DEL CAFÉ
En los años 30 el café se vendía en carros de mula y en dos camionetas que iban por las casas y en las tiendas ofreciendo el producto.
Venía en presentaciones de 1 centavo, 2 centavos y 3 libras por 55 centavos.
En los años 60 comenzaron en Colombia los secuestros selectivos de empresarios.
En marzo de 1965 el secuestro y asesinato del empresario vallecaucano, don Harold Eder, propietario del ingenio azucarero Manuelita, sacudió al país.
Celio Villaba decide abandonar Colombia y se establece en España, en el Paseo de La Castellana 54 Madrid, donde fallece en 1968.
Sus herederos en Barranquilla siguen manejando la fábrica durante los siguientes 25 años, con pulso flojo y mucho derroche. Hasta que la empresa no resistió más y se quebró definitivamente en 1997…
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La historia de la Almendra Tropical, como me la contó mi padre. Parte I
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Tras graduarse de bachiller en 1931 en el Colegio San Pedro Claver de Bucaramanga de la Compañía de Jesús, a la 1 de la tarde del 11 de marzo de 1932 llegó a Barranquilla para quedarse para siempre, mi padre Daniel Antonio Rueda García.
Papá nació en la capital santandereana el 13 de junio de 1913 y falleció en Barranquilla el 24 de noviembre de 2000 a los 87 años. Fue el décimo y último hijo del odontólogo bogotano, Daniel Rueda Escobar, creador del “Anestésico Rueda”, patentado a principios del Siglo XX y ampliamente utilizado en cirugías dentales.
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PACHO Y ZACARIAS GARCIA
Papá venía a trabajar con sus tíos, que en la década del 20 habían montado en Bucaramanga, una próspera empresa tabacalera. Y decidieron aterrizar en Barranquilla en los años en que la ciudad protagonizaba hitos todos los días.
Barranquilla era cuna de todo y jalonaba el progreso del país.
El tío Zacarías llegó primero en 1917 y fundó la Sociedad Francisco García y Hermano, que funcionaba simultáneamente en Bucaramanga y Barranquilla.
Luego, en 1926, inmigrantes santandereanos, empresarios solventes, muy vinculados con el negocio del tabaco, establecieron una factoría de tamaño considerable, la Fábrica de Cigarrillos “La Unión Cigarrera S.A.”, que elaboraba la marca Charleston.
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[Papá me revela que aquí no había aún tenderos santandereanos, quienes llegarían por oleadas tras el asesinato de Gaitán el 9 de abril de 1948, huyendo de la violencia partidista]. Los socios eran Zacarías García Castillo, Heliodoro García, su primo, y Aristóbulo Vergel, mientras que Celio Villalba Rodríguez, gerenciaba la factoría.
Todos los mencionados, excepto Villalba, cultivaban tabaco en Santander. La hoja se despachaba a través de la firma “Serrano García”, propiedad de Antonio Serrano S. y Heliodoro García.
La Almendra Tropical nace con ese nombre en 1927, fundada por los hermanos, Francisco y Zacarías García Castillo, fabricantes de cigarrillos y picaduras provenientes de Bucaramanga.
VENDÍAN CIGARRILLOS Y CAFÉ
Cuando mi padre se vincula a la empresa en 1932, ya la Almendra tenía 5 años de establecida, y sus tíos eran dueños de dos negocios: la Fábrica de Cigarros La Constancia y el Café Almendra Tropical.
Estaban consolidados como empresarios y gozaban de una bien ganada reputación en la ciudad.
Mis investigaciones familiares y en fuentes de absoluta veracidad, me permiten aseverar que el nombre Almendra Tropical lo escogió en Barranquilla la señora Rosita Rodríguez de García, esposa de Pacho, según me lo reveló personalmente en Bogotá en 1972, muchos años después de enviudar.
Coltabaco tenía sus oficinas en el Paseo Colón, donde la colonia italiana develó la estatua del navegante de Génova, el 12 de octubre de 1892, con ocasión del tercer centenario de la llegada a América.
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El Paseo Colón, llamado así desde 1911 hasta 1937, cuando cambió a Paseo Bolívar al colocarse la estatua ecuestre de Libertador, donada por los hermanos Obregón Arjona.
LA ALMENDRA DEL TRÓPICO
En 1972, yo tenía 17 años, y estudiaba primer semestre de Economía en la Pontificia Universidad Javeriana, en Bogotá. En ese año conocí a Rosita García; ella era ciudadana americana y repartía su vida entre Washington y nuestra capital.
Era una costumbre dominical que mis tías paternas, María y Eugenia Rueda García, me llevaran de paseo por la sabana.
Mi tía María enviudó muy joven del coronel, Fidel Abadía, hijo del expresidente, Miguel Abadía Mendez (1926-1930), con quien tuvo tres hijos varones, Miguel y Daniel (mellos), y Fidel, el menor y muerto trágicamente en carreteras de Cundinamarca.
Y mi tía Eugenia, se casó con el capitán, Luigi Malfatti Petri, oriundo de Viareggio, Italia, quien navegaba por el mundo en los buques de la Flota Mercante Grancolombiana.
En esa noche de domingo del 72, Rosita estaba acompañada de su hija Ligia. La recuerdo como una bogotana de estirpe, adentrada en años pero lúcida.Y me ha revelado: “Jaime, yo quiero que sepas esto. Cuando vivíamos en Barranquilla, yo le puso el nombre Almendra Tropical a la Cafetería. La almendra era una fruta que se comía. El nombre me gustó y le puse tropical porque estábamos en el trópico y Pacho lo aceptó”.
El tío Pacho se estableció en Barranquilla por recomendación médica, al descubrirle una insuficiencia cardíaca y le recomendaron vivir en tierra caliente.
FRANCISCO GARCIA Y HNO S.A.
Cuando mi padre llega, los barranquilleros sabían que los hermanos García eran los dueños de la Cigarrería y la Cafetería. Aparentemente nadie hacía sombra.
En el 32 la fábrica de café estaba en la esquina de la calle Caldas (38), con el callejón de La Paz (Cra 40), donde posteriormente se instaló la Singer y a mitad de cuadra vivía Pacho con su familia en una casa de madera de dos pisos.
PACHO GARCIA Y CELIO VILLALBA
Mi padre encontró en la gerencia de la Almendra a Celio Villalba Rodríguez, natural de El Socorro, Santander.
Años atrás, Pacho le había tendido la mano a Celio una noche en su casa-hacienda de Bucaramanga, cuando se presentó en alpargatas solicitando amparo y hospedaje, ya que acababa de volarse de su casa.
Rosita me contó que “contra mi voluntad Pacho lo alojó, lo vinculó como empleado de La Constancia y, además, se lo trajo para Barranquilla. Había algo en ese muchacho que no me agradaba, lo veía muy astuto y no me inspiraba confianza”.
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Tiempo después, al nacer Ligia, Marina y Cecilia, hijas de Pacho con Rosita, estrenan “Villa Ligia”, una mansión en la urbanización El Prado sobre la calle 3a. entre el callejón de la Aduana (Cra 50) y la avenida Colombia (Cra 53).
Mi papá me comentó que años más tarde allí vivió Celio Villalba.
Zacarías, hermano y socio de Pacho, mantenía relación permanente con Alemania a través de Hamburgo, a donde envió a vivir y a estudiar temporalmente a sus hijos, Julio, Zacarías, Cecilia y Lizzy. En Barranquilla se quedó el menor, Paúl Vicente, bajo la custodia de papá.
MUERE PACHO GARCIA Y…
Pacho García muere súbitamente de un infarto y su viuda Rosita siguió viviendo de los dividendos que generaban las acciones que heredó de su esposo.
Con sus tres hijas y su hermana Carmen, se va un tiempo a San José de Costa Rica, donde vivía su hermano Marco Antonio.
Después vive en Cartago, en el mismo país y finalmente se radica en Bruselas (Bélgica).
Estando en Europa le vende sus acciones a Celio Villalba, mientras que Zacarías que vivía en Barranquilla, conservaba su poder accionario.
Zacarías muere trágicamente y el abogado de la compañía le escribe a Rosita con carácter urgente, reclamando su presencia en Barranquilla porque la empresa estaba cambiando de dueño.
Al llegar, encuentra que la Cafetería Almendra Tropical ya no era de la familia García ni de sus herederos, sino de Celio Villalba….
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Una Manzana en diez pedazos. Parte II
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2.
Vino luego la Calle de San Blas con Jesús, en San Roque, frente a la fábrica de calzado Camodi. Otra temporada de mi primera vida en Barranquilla. Otra manzana que rodear en el recuerdo. Allí, en una vieja casa barranquillera de palma con ventanas de madera caoba fui a vivir algunos meses, en una calle de intenso tráfico de buses y de un permanente cascabeleo de carros de mula que vendían carbón y petróleo para las cocinas. Esta vez con mi tía Blanca Llanos, su marido y sus hijos en un patio enorme, arenoso y cubierto casi todo con un enorme Matarratón antiguo, en donde gastaba casi todo el tiempo viendo largamente la sonrisa amable de mi prima Anita que me convidaba siempre para hacer los mandados en la tienda de la esquina, y en donde me gustaba oír cantar a Jose, el mayor de los primos, que entonaba largamente canciones de moda en el baño en un inglés que después me enteré que no existía. Entonces nadie sospechó tampoco que enloquecería sin remedio.
Allí recuerdo cada tarde el ejercicio de esperar en la puerta de la casa el pan que llegaba en una bicicleta cargada con canastos de mimbre. Y me impresionaba ver a mi tía con sus piernas de várices abultadas correr de un lado a otro haciendo oficios, componiendo aquí y allá, pero desplegando a veces una hermosa sonrisa abierta y franca que a todos alegraba y que precedía casi siempre a la oferta de algo delicioso que comer.
3.
Otra manzana viene a la memoria cuando recuerdo a mi tía Tere, valiente y temperamental, y a mis primos los Solano Diazgranados, en los días en los que viví con ellos en un colegio popular del barrio Nueva Granada, y que mi tía celaba habiendo perdido ya su pierna izquierda y se daba combate contra el mundo con su rabia y su muleta, pero también sabía reírse de forma socarrona cuando su vena burlona encontraba una víctima propicia. Era un colegio conocido entonces como La Octava para Varones, que regía la profesora Carmen Altamar de Morales, madre de la periodista Mabel Morales, según me recuerda mi primo Miguel. En esos patios jugábamos largas jornadas con otros niños de ese sector hasta cuando la tía nos amenazaba con su muleta en alto para que viniéramos a comer unas lentejas guisadas cuyo pimentoso gusto a comino en grano no he podido volver a probar jamás tal vez porque sólo parece aromar en la memoria.
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4.
En esos años sesenta, algunas zonas del barrio Paraíso, a la altura de la calle 81 con carrera 74 era todavía una zona enmontada e incipiente en la que había apenas unas primeras casas para conformar la última línea urbana antes de llegar a la vía 40. Allí viví con una prima de mi madre que ha venido a ser también como otra tía. La tía Baty. Su madre era una hermana de mí abuela María Cleofe Martínez de nombre Beatriz a quien todos llamábamos Mamachí. Allí también mi pequeño corazón lograba encabritarse con una prima morena de nombre Chela que ahora he vuelto a ver con toda la picardía de aquellos días intacta todavía en sus ojos negros. Cuando llovía era una aventura ir a escondidas hasta la 84 para ver el tenebroso arroyo que bajaba a internarse raudo en el monte que en ese entonces era todo eso por ahí.
Luego de vivir largos años en Boston (USA), con sus hijos, mi tía Baty regresó a Barranquilla a esa misma casa por donde hoy paso casi todos los días buscando la vía 40 para llegar a la Biblioteca Piloto del Caribe, en el viejo edificio de la Aduana. De vez en cuando me detengo a mirar el apretado rosal que tiene en el patio y a saludarla.
5.
A finales de los sesenta, recogidos por las vueltas de la vida, casi todos los hermanos vinimos a dar de nuevo a Barranquilla para vivir en un pasaje de Arriendos de la Espriella sobre la carrera 39 al lado del Asilo de San Antonio. Recuerdo las delicias de la panadería Flor del Valle, en la esquina de la calle 47 con carrera 41, las competencias en patinetas de balinera en los largos pretiles del asilo; las idas a la tienda La Giralda en la esquina de la 38 con 47; las visitas con mi padre al taller de talabartería de Lácides Herrera, Papache, en la esquina de la 50 con 38, donde todavía hoy pelea contra el tiempo un deteriorado muñón amarillo de la vieja casa; la colonia sinceana, cálida y solidaria que habitaba en el entorno; las vespertinas del Cine Murillo al que regresaría años después a ver en el Cinema 1 Las Edades de Lulú de Bigás Luna; y mis largas observaciones de la rústica y fascinante orfebrería del joyero Armando Romero. Allí vivimos un par de años y de allí me escapaba a unas tarimas rumbosas de los precarnavales; allí presencié las grandes pedreas de la Universidad del Atlántico; allí fui con mi padre y mis hermanas a una coronación de la Reina del Carnaval en el Coliseo Humberto Perea; y allí no me dejaron ir a ver con mis hermanas El Bebé de Rosmery, de Polansky que estaban pasando en el Murillo. Allí fui también fugaz empacador de aquel Comisariato de Avianca que quedaba cerca al DAS en un callejón entre Murillo y la 47; y me encantaba tomar el bus de Porvenir Paraíso para sentir el vacío en el estómago cuando bajaba en bolas de mierda aquella mecedora de la carrera 38 antes de que hicieran el Puente del Club de Leones. Recuerdo que una vez, por carnavales, vi una vez en apuros a Estercita Forero cuando casi se le caen sus pantalones blancos de tanto bailar mientras animaba animada una tarima de carnaval con la orquesta Sonora del Caribe en la que cantaba un vocalista cojo de apellido Iriarte. Aquello fue en la esquina del parque Surí Salcedo de la calle 70 con carrera 46, y recuerdo que la fiesta terminó antes de tiempo disuelta por un terrible “peo químico” que alguien destapó para el efecto.
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Una Manzana en diez pedazos. Parte I
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